La foto del recuerdo
Hace unas semanas tenía que entregar una tarea, se trataba de un análisis fotográfico relacionado con unas fotos no digitales. El chiste es que para encontrar esa foto analógica me puse a hurgar entre las fotografías que yo tenía… Entonces la encontré
Era una foto de hace algunos años, a pesar de que la tomé teniendo nulo conocimiento fotográfico y utilizando un equipo nada profesional (cámara subacuática con tecnología Advantix), la toma fue bastante buena, en ella se retrataba el esqueleto de una ballena, completo, instalado en una duna del desierto. Así que utilicé la fotografía para tomar un tema filosófico que no es tan importante aclarar aquí.
Lo importante de eso es que, tuve que sacar “esa” caja de recuerdos, recuerdos tan vívidos en mi mente que no fue muy complicado sacar de mi mente los recuerdos atados a esas piezas: tu foto en donde estás con blusa blanca y pantalón en una puerta y que está dedicada, donde mencionas tu viaje a Querétaro y San Miguel; los muñecos de peluche de Los Simpson, las decenas de cartas que siguen atadas con una liga, la cual ha sido sustituida dos veces porque se rompió; la fotografía contigo usando toga y birrete y yo con traje y camisa amarilla; la tarjeta con el número telefónico de la florería de Hermosillo; y las tantas fotos que tenemos estando juntos, en lugares que sé que no te imaginabas que ibas a conocer, y otras fotos en lugares donde yo no tenía ni idea que iba a conocer.
Después de eso llegaron a mí los recuerdos no impresos ni almacenados en esa caja, pero que están dentro de mí: el baile que hicimos sin que yo supiera bailar, la película que fuimos a ver (La era del hielo), esa mudanza de la cual fui partícipe junto con tu papá, la llegada a tu casa y posterior extravío del “Husky”, la visita al mirador en Santa Ana y a la iglesia de Santa Ana viejo, la separación y posteriores visitas, en donde después del vuelo debía tomar un autobús que hacía como 7 horas hasta tu lugar de destino; el viaje a Mexicali, así como “esa” primera vuelta que dimos en tu Jetta color esmeralda; la comida en el “famoso” restaurante de Peñasco y esos increíbles atardeceres que se veían desde allí, que aunque eran hermosos, no se comparaban con tu belleza...
...y después de muchas cosas hermosas, la ruptura e inminente separación
¿Acaso fue lo mejor? No lo creo
Pero las experiencias vividas, las pláticas, los lugares, los aprendizajes, todos los viajes, el dinero gastado, todo, absolutamente todo, valió la pena, pues, gracias a eso, puedo decir que al menos una vez en mi vida conocí el amor.
Gracias por eso, es lo que más atesoro de esa relación, el gran bien que me dejaste fue ese: saber que el amor no es un cuento de hadas, existe de múltiples formas en nuestras vidas, porque podemos llegar a amar a alguien y, por mucho que no estemos con ese alguien, puede llegar a convertirse en nuestro gran amor, en el amor de nuestra vida, en esa esperanza que nos permite vivir, nos permite continuar, sabiendo que el mundo, el universo, Dios, (o todos juntos), se confabulan para darnos esa experiencia sublime, para que sepamos el significado del amor.
Y eso me permite sobrevivir porque cada vez que despierto sé que, en algún lugar, tú existes.
Gracias por eso, gracias por todo
FIN
…Seguiremos idolatrando…

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